Como bailarín joven y guapo debiste ser muy perseguido por las chicas… ¿qué nos cuentas de eso?
Eso mejor léanlo en los libros, jajaja…
Me gustaban mucho las actividades culturales, era bailarín, hacía teatro y normalmente era elegido para las representaciones académicas, y claro, en esos ambientes había muchas chicas guapas y no tan guapas. Me divertía mucho con mis amigos y amigas, siempre fui muy sociable y cuando a las chicas se les trata con cortesía y delicadeza no dejas de ser un buen partido para ellas, jajaja…
De todas tus admiradoras ¿con cuál te quedarías?
Mmmrrrr! (aclara su garganta y ríe), una pregunta muy comprometedora…
Pero si tengo que elegir sin duda preferiría a María Pennacchietti, teníamos mucho en común y entre ella y yo surgió una particular simpatía, de hecho si Dios no hubiera salido a mi encuentro la cosa hubiera ido más lejos, jajaja…
Y a pesar de ese sentimiento ¿cómo sabías que tenías vocación religiosa?
Mi vocación no fue una idea loca de última hora, esta idea me rodeaba desde hacía años y yo siempre quise sofocarla como quien intenta quitarse un fastidioso mosquito de encima, ¿Cómo abandonar yo a mi familia, mis amigos, mis diversiones, el teatro, el baile, mi simpatía por María, etc…? ¿Por qué iba a ser yo, precisamente yo?, pero la idea como una piedrita en el zapato que no deja caminar a gusto persistió contra viento y marea.
Dada mi lucha interior y desasosiego, consulté mi posible vocación con el jesuita Tedeschini, mi profesor, quien por escrito respondió a mis ansias de luz.
En su carta empezaba dándome la “paz que no puede dar el mundo”.
Y proseguía así:
“… esta paz no podrás disfrutarla entre alegrías y disipaciones del mundo, porque no es paz que puedan dar los hombres, sino el recogimiento de la vida retirada y devota…
“…esa es la pista de la paz de Jesús. En medio de esa paz se te manifestará la voluntad divina.”
A partir de aquel momento decidí tomar cartas en el asunto.
¿Es verdad que tu padre te sometió a un de prueba?
Si, a mi padre le costó convencerse de la seriedad de mi decisión, su amor de padre le hacía resistirse a los planes de Dios a tal punto de que el mismo día de mi partida, recuerdo que fue el 6 de septiembre me preparó un encuentro para la tarde con María Pennacchietti. Quién sabe si, después de todo, con los sentimientos del corazón y el ritmo del baile no se llegue al compromiso, esa era la estrategia y la esperanza de mi padre en aquella sutil tentación de última hora, pero mi vocación no era hoja que el viento pudiera arrastrar, encontré el modo de excusarme y no asistí al encuentro, ese mismo día marché muy temprano al convento de los pasionistas, mi padre no se dio por vencido, encomendó su última tentativa a mis tíos Juan Bautista (sacerdote) y Cesare Acquacotta (canónigo) a quienes aparte de acompañarme al convento encomendó la tarea de disuadirme de mi decisión , pero fue inútil, ni un año de espera, ni todas las pruebas que este trajo consigo me disuadieron, al final mi Padre se dio cuenta que como Jacob no pudo luchar contra Dios y vencer (Gen 32, 29) .
Y ¿Cómo se entiende que habiendo estudiado con los jesuitas, teniendo un hermano religioso dominico (Luis), y un sacerdote secular (Enrique), te hicieras pasionista?
Jajaja! Así de desconcertante es Dios, sus caminos no brillan precisamente por su clarividencia, pero siempre da pistas para interpretar. Contaba yo con 15 años cuando estudiaba con los Jesuitas y entre los libros que pasaron en mis manos no por casualidad estuvo el de Pablo de la Cruz, fundador de los pasionistas, cuya beatificación había sido reciente, recuerdo que su estilo de vida basada en soledad, penitencia y oración suscitaba una particular admiración en mi, al igual que la idea central de su carisma: la pasión de Jesús. Un estilo de vida que contrastaba demasiado con la frivolidad de la mía. Por entonces, mis años de estudio discurrieron sin más pretensiones que brillar en los estudios y en mi vida social, pero en el fondo eso se me revelaba como algo vacío y superficial, yo aspiraba a más, sentía que las diversiones y pasatiempos no lograban llenar mi espíritu inquieto. La vanidad y la hipocresía de las relaciones sociales no eran la mejor terapia para curar mis insatisfacciones. ¿Qué hacer? ¡Algo había que cambiar! ¿Qué? ¡Mi rumbo! ¿Hacia dónde? ¡Había un ideal exigente y muy preciso! ¿Dónde? Y aquí fue cuando mi intención derivó hacia una determinada dirección y la biografía de los pasionistas fue una de las pistas de Dios que encausaron mis ciegas inquietudes.
Paco, sabemos que tu tiempo allá arriba no tiene límites, pero el nuestro sí. Así que ya para terminar ¿Qué le dirías hoy a los jóvenes de esta generación?
Bueno, después de haber recorrido el apasionante camino de la vocación pasionista montado en el brioso corcel de la juventud, creo que les puedo pasar un dato de amigos, y se los digo de tú a tú:
¡Chamo (a)! Vive la aventura de tu vocación, tú eres el artista de tu vida. Dios te da el pincel de la vocación. Yo elegí el pincel del carisma pasionista ¿Qué cuál eliges?, esa es una tarea que sólo puede resolver tú y Dios. El resto depende de ti:
De tu generosidad, tu capacidad de riesgo y de tu entrega al servicio de los demás. No permitas que lo que puede ser una obra de arte se quede en un vulgar cuadro de aficionado.
Ahí les dejo eso, Hasta pronto…