A estas alturas del adviento, nos damos cuenta que la casa del mejor
cedro para Dios es el vientre de una mujer llamada María, humilde
esclava del amor. En la alcoba de su corazón, encuentra su mejor lugar
de revelación.
David sueña para Dios un palacio maravilloso. El Dios
de Israel merece el mejor templo del mundo. Pero Dios no le da gusto a
David. Él tiene su camino secreto. Los templos de piedra, no son su
morada. Su morada es el corazón de la persona.
Por eso en la
plenitud de los tiempos, Dios baja los ojos sobre Israel, y escoge su
propia casa; la que él mismo había soñado y preparado. Casa humilde,
sencilla y desconocida por el mismo pueblo. Una casita llamada María.
Un día, no sabemos la hora, llega un Desconocido a esa Casa, toca la
puerta y saluda a la dueña con palabras de romance enamorado. María
escucha, se siente interpelada, discierne primero en diálogo y luego en
silencio. En sus manos está la llave del sí o del no a la invitación del
ángel Gabriel. Después de un tiempo prudente y necesario responde: "Yo
soy la Casa. Pero yo no soy la dueña de mi casa. El dueño es Él. Que se
cumpla en mí su palabra".
Y en el aposento humilde de su vientre,
Dios se hace hombre. En el seno de esa casa, el Adviento se convierte en
un Niño cuyo nombre será Jesús,. Él será la vida, la esperanza, la
liberación de los pueblos. Él será la alegría de los tristes y la
esperanza de los desahuciados; la paz y la reconciliación de los
pueblos.
¿Cómo preparas tu casa para la Navidad? ¿Cómo piensas
adornarla? No tardes. Prepara tu casa para el Señor.
Antonio Gracia, pasionista.
Tomado de: "El Domingo, día del Señor"
Domingo IV de Adviento (18 de diciembre de 2011).
Edit. San Pablo. Caracas, Venezuela.
Domingo IV de Adviento (18 de diciembre de 2011).
Edit. San Pablo. Caracas, Venezuela.