SIÉMBRATE CON AMOR
No importan las
palabras. La verdadera semilla del evangelio es el testimonio. Por eso quien
vive a Jesús, aunque camine descalzo y sin ruido, siembra el Reino de Dios.
Comenzó con una pequeña
historia. El Verbo de Dios se hace como grano de mostaza en las entrañas de
María Virgen. Luego nace en la pradera de un humilde establo y crece en el
campo de una familia sencilla. Y es ahí, bajo el sol del trabajo y movido por
la brisa del silencio, donde se hace árbol grande en la aldea de Nazaret.
A la hora debida, el
Verbo llamado Jesús, consciente de su misión y con la fuerza del Espíritu, sale
del pueblo para re-sembrarse como semilla del Reino. No utiliza granos ni
comprados. Del granero de su corazón, se saca a sí mismo y se entierra en el
surco de la gente. Él sabe que el Reino de Dios es el ser de su vida. Y ahora
resulta que, después de dos mil años, las ramas nacidas de aquella semilla
primera, se abren, por toda la ladre tierra, cargados de frutos de amor, de
justicia, de paz.
Pero esta pequeña
parábola no termina ahí. Tú y yo estamos llamados, en Cristo, a ser semilla de
ese Reino. Así como suena. Nuestra finalidad es sembrarnos humildemente en la
tierra del pueblo para que brote el tallo del Reino. Y no te asustes de tu
pobreza. En lo frágil de tu semilla se manifiesta el fruto del amor de Dios.
¿Qué te dice esta breve
historia? ¿Estás dispuesto a ser, en Cristo, semilla del
Reino del Dios? ¿Te da miedo semejante aventura?
Ten fe. Ponte en las
manos de Cristo y siémbrate con amir,
para que el Reino de la paz, de la justicia, del amor y de la vida acontezca a
tu alrededor.
Padre Antonio Gracia,
pasionista
Tomado del suplemento
dominical “El Domingo, día del Señor” 17 de junio de 2012. Ediciones paulinas.