martes, 22 de noviembre de 2011

¿Sabías que a Santa Gema la llaman "la enferma de Amor"?



Gemma Galgani: la enferma de Amor.



¡Cómo lo ves y lo lees! Su amor por Jesús fue tan grande, místico e intenso que el Señor le dio la gracia de ser una de las pocos santos -y realmente muy pocos- dentro de la Iglesia que han sido coronados con los estigmas de Cristo.  Ella los exhibía principalmente en sus manos y en sus pies.  Debido a esto y a la gran ignorancia religiosa y poca fe de la gente de Luca, su pueblo en Italia, la tildaron de "enferma", "loca", "esquizofrénica" y paremos de contar los calificativos despectivos. 

La aparición de sus estigmas es un hecho realmente milagroso y que todavía hoy asombra a sabios y eruditos.  Todo ello fruto de su inmenso amor por su amado Jesús. Como una muestra de lo "locamente" enamorada que estaba de Cristo, te dejamos unas cuantas citas místicas tomadas de sus escritos, especialmente de su Diario Espiritual.

¿Quieres saber algo más de Santa Gema?

Estamos convencidos que la santidad es un estado normal de la gracia y que no necesariamente los santos tienen que ser personas excepcionales, incluso es cierto que en la vida de algunos de ellos resulta evidente que Dios los ha llenado de gracias especiales, que si los ha elegido es para ser inmaculados a su presencia. Ésta es la impresión que se tiene leyendo la vida de S. Galgani. ¡No falta nada! Jesús la atrae desde la tierna edad con un amor apasionado; a él se opone el antiguo enemigo del hombre, el demonio, y también la torpeza de los hombres, hasta de aquellos encargados de su guía espiritual.

Nace en Borgonuovo de Capannori (LU) el 12 de marzo de 1878 de Enrico, farmacéutico y de Aurelia Landi. A los cuatro años ya sabe leer. A los cinco se las arregla muy bien para rezar con el breviario el oficio de la Virgen y de los difuntos en latín. Más tarde dirá, siempre en latín, las oraciones y alabanzas junto al "co hermano Gabriel", que se le aparece a menudo, le regala “su signo” (el escudo pasionista) y la llama: “hermana mía”.

Frecuenta la escuela cerca de los Zitine de Lucca donde la familia se ha trasladado. A menudo le pide a mamá Aurelia que le hable de Jesús, sobre todo de su Pasión. La narración de la Pasión la escucha de la mamá ya minada por la tuberculosis pulmonar a quien Jesús, poco a poco, la hace convertirse en pasión viviente.

A la edad de siete años, el día de su Confirmación, Dios le pide un gran sacrificio. Escribe: “Recibí la Confirmación llorando porque quien me acompañaba quería escuchar la Santa Misa y yo tenía miedo de que la mamá se fuera sin llevarme a mí también. Me dijo de repente una voz al corazón: ¿quieres darme a tu mamá? Sí, respondí, pero si también me tomas a mí. ¡No, me repitió la usual voz; tú ahora tienes que quedarte con tu papá; la conduciré al cielo sabes! Fui obligada a contestar que sí." A la distancia de un año el Señora Aurelia muere.

A nueve años recibe la primera comunión después de habérsela pedido insistentemente a Mons. Giovanni Volpi, su guía espiritual junto al venerable p. Germán Ruoppolo pasionista.
En el 1897 el padre Enrico muere. En aquellos tiempos no había la caja común para los farmacéuticos, para aquellos de corazón bueno, no fue como ahora. Deja deudas, los acreedores van hacia adelante y la pobre Gema conoce la miseria y la humillación. La recibe en  Camaiore una tía materna, a quien ayuda en la tienda de mercerías. Será luego huésped de la familia Giannini de Lucca hasta su muerte.

Ella decidió “ser esposa de un rey crucificado, toda y sólo de Jesús." Llama a muchos monasterios, especialmente al de las Pasionistas. Pero no es acogida, por su inestable salud y por los fenómenos místicos que ocurrían en su vida. Dirá a las pasionistas: “no me queréis de viva, me tendréis de muerta."

Su vida es marcada por el sufrimiento físico y moral, por los lutos familiares, y las estrecheces económicas.

Las señales de la predilección de Jesús son muchas: éxtasis, locuciones interiores, apariciones. Ella no tiene dinero para franquear las cartas, pero su ángel de la guarda se ocupará de entregarlas al p. Germán. Los médicos incapaces de ver más allá de su nariz, juzgan inauténticas sus manifestaciones místicas; hasta Mons. Volpi, con motivo de ciertas actitudes un poco infantiles, la juzga un poco “loquita”.

A todo esto responde el demonio con iguales atenciones: se le aparece bajo la desnudez del trabajador de la casa Giannini, le pega, la obstaculiza, le sustrae el diario que después tendrá que regresar, aunque quemado.

Es una verdadera enamorada de Jesús Crucifijo, quien le hace el regalo de los estigmas y cada semana en el 1899, del jueves por la tarde al viernes por la tarde renueva en su cuerpo virginal todos los misterios y los sufrimientos de su pasión. Ella exclama: "Oh Jesús, yo soy un fruto de tu pasión, soy un retoño de tus llagas. No basta con tener la cruz bajo los ojos, o tenerla encima; hace falta tenerla en medio del corazón. Oh Jesús, me haces beber la Pasión hasta la última gota;  dámela poco a poco cada vez."

Del amor por su esposo crucificado obtiene la fuerza para ofrecer sus sufrimientos por la salvación de los pecadores. Ruega: "O Jesús, quiero salvar a todos los pecadores. Desahógate conmigo. Pecadores tienes muchos, pero víctimas tienes pocas".

En 1896 padece una dolorosa operación en el pié por caries ósea. En aquella época no existía la anestesia como la tenemos hoy. En 1899 es operada de un  absceso en el riñón y le son aplicados una docena de implantes de fuego a lo largo de la espinosa dorsal. Padece luego un absceso en la cabeza. De la que se cura milagrosamente.

Gema muere a lo 24 años el once de abril de 1903, después de una Semana Santa trascurrida sobre la cruz, mientras que las campanas del sábado santo tocaban la gloria de Cristo Resucitado. Es canonizada por Pío XII en 1940.

Ha pasado ya el primer centenario de la muerte de S. Gema. Pero su vida y misión heroica se vuelven más actuales y más cercanas a nosotros que nunca. Es un modelo de santidad para todos, especialmente para los fieles laicos, llamados a santificarse en la vida cotidiana, llevando con amor el cruz de cada día. Es un fúlgido ejemplo de laica pasionista y justamente considerada la patrona del Movimiento Laical Pasionista.


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