domingo, 27 de noviembre de 2011

En el inicio del Adviento: ¡VEN, YA, SEÑOR!


La tierra entera se ha convertido en un clamor de fe y de esperanza.  ¡Ven, ya, Señor! Necesitamos de ti.  Estamos cansados de mentiras, de estafas, de guerras, de muertes, de pactos políticos, de catástrofes contra la Madre Tierra.  ¡Ven! Ciertamente el Adviento abre el Año Nuevo Litúrgico de la Iglesia, con el anuncio de tu venida bajo una doble dimensión: tu Natividad humilde en Belén y tu Revelación final gloriosa.  ¿Alimentará tu memoria nuestra esperanza hoy, ahora y aquí? ¿Tu memoria cambiará nuestra historia?

De labios del profeta se eleva una plegaria sincera y maravillosa al Señor.  El pueblo consciente de su iniquidad lo implora y le pide que se acuerde de él.  Feliz la expresión con que termina Isaías: 

«Señor, tú eres nuestro padre, nosotros arcilla y tú el alfarero; todos somos obra de tus manos».

La manifestación de Jesús, vivenciada en oración y comprometida en acciones de justicia y de paz, recrea el sueño de Dios sobre la tierra.  Ojalá su venida se convierta en raudal de bendiciones de amor y paz sobre nosotros, sobre nuestra familia y sobre nuestra patria, sobre la tierra entera.  Ojalá la cuna del Niño esperado, trueque las armas de destrucción masiva en instrumentos de salvación y de liberación.
Que la gracia de tu Natividad y de tu manifestación final, Señor, nos hagan sentir que cada día es la hora de tu venida y de tu salvación.


Querido amigo: ¿cómo entras en el Adviento? ¿En qué pones la importancia de este tiempo? ¿Qué decides hacer para vivir la gracia del nacimiento de Jesús? Grita con insistencia: ¡Ven, ya, Señor! ¡Por favor, no tardes en llegar!



Antonio Gracia, pasionista
Tomado de: "El Domingo, día del Señor"  
Domingo I de Adviento (27 de Noviembre de 2011). 
Edit. San Pablo. Caracas, Venezuela.

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